Europa necesitaba un incauto al que apalear para conjurar el fantasma de la crisis y Zapatero se ha prestado voluntario a recibir las galletas. Tanta ilusión que ha puesto el hombre en ser presidente de turno de la UE y fíjate cómo le pagan.
Se ha colocado con su mejor traje de líder europeo en el escaparate de Bruselas y todos los que pasan le hacen burla. Los analistas, todos los diarios que acaban en 'Times' y 'Journal', los mercados internacionales que nadie sabe quiénes son y los economistas jefes de cualquier sitio.
Volvió de Davos y para aplacar a la bestia capitalista anunció el aumento en la edad de jubilación, provocando un debate caótico en el que nadie se aclara. Como las desgracias nunca vienen solas, Obama le dio plantón, los cuatro millones de parados se le volvieron a aparecer cara a cara y antes de partir para el Desayuno de Oración rectificó un documento oficial enviado a la Comisión Europea porque en su Ministerio de Economía alguien hace simulaciones como si fueran propuestas serias. O al revés.
¿Hay quien dé más? ¿Esto qué es? ¿Hay alguien que piense en La Moncloa? ¿Hay alguien que le diga: "presidente, explícanos: ¿a qué estamos jugando"? Es posible que a Zapatero la suerte se le haya acabado de tanto usarla. O que La Moncloa haya atrofiado su legendario instinto político. O ambas cosas a la vez.
Pero para culminar esta su 'semana horribilis', ya sólo le falta que en el Desayuno de la Oración de Washington los Adventistas del Séptimo Día le echen la bronca y tenga que callarse.
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