25 noviembre 2009

Gatillazos y mentiras por Pandora


¿Cuál puede ser la peor excusa del mundo para un gatillazo? Yo creo que tengo una candidata perfecta:
— "Hay que ver... Es lo que tiene la educación judeocristiana...".
Me pasó hace ya algunos años, pero todavía se escucha por el barrio el eco de mis carcajadas. ¿Por qué será que a todos estos personajes me los tropiezo yo...?

Reconozco que, pese a ser un pelín indignante, la historia tiene su gracia. Comenzó con una larguísima pelada de pava (dos meses eternos estilo "Amo a Laura"), un feroz coqueteo de ese que calienta pero acaba en ducha fría, cenas a la luz de las velas, paseos bajo la luna y besos casuales en la comisura de los labios. Hasta que, por fin, aquella noche tenía su mano dentro de mi sujetador y sus pantalones en el suelo, junto a mi cama. "Fantástico", me dije. "Ya va siendo hora de liberar tanta tensión sexual".

Así es que me relajé mientras él me desnudaba con prisas y hundía su cabeza entre mis piernas para demostrarme las otras habilidades de su lengua bien entrenada, y de esos ágiles dedos que le ayudaron a aprobar Anatomía. Porque sí, el del gatillazo era médico. Mi médico. Concretamente mi psiquiatra.

¿Que cómo llegamos a la cama? Pues no sé. A mí él me gustaba (¿no lo llaman "sentimiento de transferencia"?), y yo no había jurado nada por Hipócrates ni tenía un código deontológico sobre mi conciencia... Ni siquiera era a mí a quien aguardaba una esposa por ahí escondida (no os creáis que me lo dijo, para nada)... Así es que, cuando mi joven doctor presuntamente soltero me invitó a una fiesta el mismo día que me dio el alta, me dije: "Bueno, ¿por qué no?".

El caso es que aquella noche, cuando di por bien cumplida su tarea oral y manual, le hice tumbarse y me dediqué a felarle con entusiasmo todo lo que me ofrecía. En un par de minutos me di cuenta de que, en lugar de crecer y crecer (como era de esperar), aquello se iba a pique sin que yo pudiera hacer nada por remediarlo. "Desde luego no es porque me huela el aliento, que no es el caso. Y, aunque así fuera... ¿a esta polla qué le importa?...", pensé. Es lo que tiene la frustración, que me hace desvariar.

—"¿Tengo que decir las palabras mágicas?", pregunté de broma por quitarle hierro al asunto. "No sé... ¿Abracadabra... Hakuna Matata... Empálmate Sésamo...?". Y fue entonces cuando aquí, mi psiquiatra, soltó aquello de "la educación judeocristiana y el complejo de culpa"...
—"Pero vamos a ver... ¿Qué complejo de culpa? ¿De qué hablas? Si tú no estás casado... ¿Verdad?". Un ligero titubeo en su respuesta me erizó el vello de la nuca.
—"En realidad, sí. Pero bueno, menos mal que aquí no ha pasado nada...", empezó a decir el muy canalla justo cuando yo me limpiaba ojiplática la entrepierna.
—"¿Qué no ha pasado nada? Oye, que el sexo oral también es sexo. ¿Y qué pasa con estos dos meses?... ¡Pero si prácticamente hemos estado saliendo! ¿Por todo eso no te remuerde la conciencia?".

Le tiré la ropa encima y le precedí con prisas hacia la puerta mientras él balbuceaba disculpas que no sé si eran por el gatillazo, por su enésima mentira o por ambas cosas.
—"Corre, vete. En la plaza hay una iglesia. No te muevas de la puerta, que a las ocho de la mañana llega el cura y te confiesa".

Al día siguiente, cuando se me pasó el cabreo, llamé a Martín Lobo, que desde su feliz atalaya conyugal en Chueca "disfrutaba" con mis desgracias heterosexuales.
—"¿Que el doctorcito es un infiel y un meapilas...? Y yo que tenía claro que ése cosía pa' la calle. Vamos, Pandora, que no era normal que se te resistiera tanto ni éste, ni Sigmund Freud, ni Severo Ochoa".

Y nos echamos unas risas imaginando la presunta confesión de mi psiquiatra con el párroco de mi barrio, que tiene un carácter...
—"Ave María Purísima. Padre, me acuso de que casi le soy infiel a mi mujer".
—"¿Cómo que casi?. Se es infiel o no se es, pero no casi... Aclárate, hombre".
—"Bueno, es que no ha habido coito... Sólo me la ha chupado, y yo a ella le he comido el... ya me entiende. Y, bueno, no es lo mismo, porque creo que ni siquiera se ha corrido. O sí, pero poco. Y yo no he eyaculado, eso se lo prometo...".
—"Pero a ver, empieza por el principio. Esto habrá sido sólo una vez... ¿verdad? Vamos, que es la primera vez que te ves con esta chica...".
—"Sí... bueno, no. En realidad es la primera vez que casi me acuesto con ella, pero la conozco desde hace como cinco o seis meses, porque era mi paciente... Soy psiquiatra, ¿sabe?. Hemos quedado muchas veces, pero a mi mujer no se lo he contado porque era un tonteo inocente que no iba a ningún sitio... Por lo menos por mi parte. Aunque esta chica, mi paciente, me parece que no lo sabía y creo que no se lo ha tomado muy bien... Pero de lo mío, ¿qué? Anoche me dejé llevar, pero si no ha habido coito...".
—"¿De lo tuyo...? ¿Qué quieres que te diga, hijo mío? Que por la misma penitencia bien podíais haber follado".

6 comentarios:

Julia Delgado dijo...

¿De dónde has sacado esto?

quillo_3 dijo...

esta tía escribe relatos en elmundo.es siempre explícita XD

angeloso dijo...

explícita y buenísima jajaja
que de risas que me he pegado xD
tienes que colgar más quillo

Julia Delgado dijo...

¬¬

quillo_3 dijo...

jejejejeje a ver si ahora el sexo fuera tabú XD

angeloso dijo...

a ver si ahora que algo sea explícito implica que es tabú...
si me lo pareciese no hubiese pedido más...



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