Plato exquisito

Ya vuelven a tensarse mis entrañas. Se me escapa la fortaleza por los poros. Me convierto en líquido y quedo esparcida por todo el bar. Son demasiados sentimientos acumulados en una sola persona. Lucho por demostrar que dispongo de más aire del que respiro, pero es mentira. Me falta. Me ahogo en cada gesto que le iguala. El tiempo no pasa en una ausencia. Siempre queda su vacío golpeándote el alma año tras año.

Por otro lado, me arropan los lacitos de mis sábanas cuando los desengaños me alcanzan. Es triste tropezar continuamente en la misma piedra. Al menos ahora salvo la caída y apenas me tambaleo. Ya no me afecta como antes. El mundo no es un High School Musical pero nuestra vida la dirigimos nosotros. Y aunque sea un guión que produce escalofríos por la magnitud de su grandeza, es un papel que decidí bordar hace tiempo. Sin lamentaciones absurdas, ni rencores baldíos.

Somos un envuelto despistado de vidas únicas inconsistentes. Un puñado de pensamientos mezclados con experiencias pasadas y un chorrito de desesperación protagonista. Somos un plato exquisito. De esos tan peculiares que si comes poco quieres más, y si comes demasiado te empachan. Pero ya podemos ponernos arrogantes las personas que por mucho que queramos, el mundo sigue girando a la misma velocidad tanto si te mareas como si lo que quieres es jugar más rápido.