16 junio 2008

7:00

No es la hora en la que escribo, no, pero sí es la hora a la que me vengo despertando desde hace dos semanas. No es que os vaya a decir que justamente a esa hora me despierte y siga con el insomnio de otras épocas pasadas, pero sí que resulta curioso que esto ocurra en estas fechas. Son cosas por las que se puede y se debe reflexionar. Dentro de unas horas se cumplen 3 años de la muerte de mi abuelo Manolo. Algunos ya conocen la historia de aquella época: un mes cuidando de él hasta su muerte, mantener la boca cerrada para que mi abuela no se enterara de lo inevitable y el insomnio posterior. Fueron unos cuantos meses en que todo fue mal. Bueno, miento, sirvió para que mi familia se uniera o, a decir verdad, esa unión saliera a relucir. Vale, el ambiente en mi casa se palpa tenso. Mi madre y mi abuela andan a la gresca y todos sabemos el por qué. Creo que mi hermano José Manuel no se da cuenta de en qué fechas estamos, demasiado tiene con hacer de chofer ahora que tiene carnet para su ama y señora novia, supongo. Claramente, él sale ganando. En aquellos momentos sufrió como el que más pero estaba a unos 500 kilómetros de distancia. Y volviendo al origen es fácil recordar que esa noche fue la única en que no me quedé con él. Es interesante cómo mi tío esa noche fue la que decidió quedarse junto con mi abuela. "No quería que se muriera sin que una noche se quedara con él por lo menos pues conozco a mi madre y se sentiría culpable el resto de su vida" me dijo después. El día anterior se le notaba cierta mejoría. La euforia en su ánimo era visible. Ese, como casi todo el que ha perdido a un ser querido en tales circunstancias sabe, es el síntoma de que todo se acaba. Esa noche a las siete de la mañana mi tío me despertó por teléfono para decirme que había muerto. Es fácil ahora venir a enlazar con el título. Parece de novela, o relato barato, pero creo que en esto entra más el subconsciente que un ente interdimensional que quiera hacerme ver que está conmigo. Fácil también es adivinar que existen mecanismos mentales que subconscientemente advierten al consciente de las fechas en que un trauma nació se van a repetir. Indicadores como el anteriormente citado clima tenso entre aquellas dos mujeres que más sufrieron la muerte hacen fácil analizar el por qué a esa hora suelo levantarme desde hace dos semanas, como ocurrió hace un año y hace dos... bueno, y como ocurriera aquel verano de insomnio. Por sacar algo positivo, vi toda la colección que me legó mi abuelo de películas del oeste y de terror aunque ningún "Jamfri Bogar" o "Yon Wein" fumase, ay, como él. Las notas fueron lo de menos. Hoy quizá no tenga tantas ganas de ensalzar la figura de mi abuelo (eso me lo guardo), o de hablar de cómo mi abuela sigue viva pese a sus días "malos" sin la persona que la enamoró a los 18 años, o como mi madre aguanta la compostura desde hace tres años cual pilar indestructible de cara a la galería y, supongo, herida desde entonces de cara a mi padre. Yo no me puedo quejar en la evolución de los acontecimientos desde entonces. Tengo la novia perfecta que deseé siempre, que me quiere, me compra las ediciones de coleccionistas habidas y por haber (hecho a resaltar en una mujer, ojo) y que al fin y al cabo me alegra y da confianza (lo del sexo es CENSURADO). Vale, mis estudios no son perfectos pero han remontado el vuelo. "Estudia mucho" me dijo una noche. Ahora ya no está Juan Antonio Cebrían en su programa La rosa de los vientos para acompañarme como entonces. Él también murió... Frente a una familia unida, ¿unos recuerdos qué son? Nos ponen a todos nerviosos y nos sonsacan algún pensamiento, sentimiento y lágrima escondidos... No somos robots. Me hice más fuerte, aprendí y abrí los ojos.

Cada día intento ser alguien de quien estés orgulloso. Te echo de menos como el primer día y te sigo queriendo... Te espero dentro de cinco horas.

2 comentarios:

Juliette dijo...

Ayyy... acabas de acariciarme el alma Quillo.

quillo_3 dijo...

Muchas gracias, cariño.



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