28 diciembre 2007



El pozo de los carroñeros

Erase una vez en un pueblecito aislado en las montañas...

En ese pueblecito habitaban tres doncellas bellísimas, las más bellas del país. Sus nombres eran: Cenicienta, Caperucita y Bella.

Eran amigas y disfrutaban de una vida más o menos tranquila.

No les faltaban pretendientes, pero ellas juguetonas, tonteaban con todos pero a ninguno entregaban su corazón, sabedoras de que lo perderían...

Resulta que el pueblo era acechado por fantásticas y terroríficas criaturas...

Entre las más temibles se encontraban, en orden de maldad: “El Administrador de la mina”, una enorme y horrible araña macho que se dedicaba a tejer telas durante largos años para cazar a sus presas femeninas, pobres muchachas virginales, que se dejaban embaucar por la belleza de las telas...; “El Gerente del manicomio”, un horrible lobo de descomunal tamaño que se hacía así mismo la ropa, con la que, además de “tretas circenses”, aturdía el sentido de las incautas féminas con que se topaba...; “El Oso amoroso”, un enorme y feroz oso, no menos loco, tan sicótico y mortal como cariñoso cuando tenía un día bueno... su mayor peligro radicaba precisamente en su doble personalidad, ora cariñosa, atenta, que atraía a todas las mujercitas faltas de amor... ora despiadada, falta de moral y sentimientos, dada a descuartizar vilmente a toda mujer... con especial saña por las novias de sus “amigos”...; por último, sin embargo no el menos peligroso, “El Pekeñín”, un pequeño osito juguetón, desconfiado pero cariñoso y fácil de trato, que acechaba a sus presas durante meses en sus zonas de reunión hasta que decidido emprendía una astuta estratagema de confusión y desconcierto para cazar alguna jovencita.

Ocurrió que un día en que el “Cuarteto del mal” estaba reunido en la mina decidiendo como acometer un fructífero ataque, oyeron unas dulces y preciosas voces femeninas pedir auxilio.

¡Al acercarse no podían creer en su suerte! Eran las tres bellezas del pueblo que se habían caído al jugar a un pozo de la mina.

Como animales poseídos de un ansia irrefrenable se les abalanzaron y... durante días las acecharon desde lo alto del pozo. Y es que resulta que las jovencitas aún estaban vivas y nuestros villanos únicamente comen carroña... de modo que esperaron y esperaron, pero las tres bellezas no se morían...

Mientras los “Tres locos y el osito” aguardaban, las jóvenes se las tuvieron que ver con muchos otros animales, arañas, bestias menores y diyimones, que al pozo acudieron a cazar; pero a todos lograron rechazar y su vida conservaron, para desesperación de los villanos, que tan sólo esperar sabían...

Al cabo de un tiempo El Oso se hartó de la espera e incapaz como se sentía de atacar, no fuera a ser que sufriera en la lucha con las dulces y frágiles doncellas, o también muy probable, que sus “amigos” aprovecharan el lance para apuñalarlo por detrás, decidió marcharse y sin descuidar su espalda se alejó con paso cansado del pozo de la carroña, que nunca fue tal.

Al poco avisaron al Gerente del manicomio: Demente se había autoproclamado nuevo Gerente ante la prolongada ausencia del verdadero, de modo que el deber lo reclamó y al igual que su amigo Oso se retiró de la partida.

No mucho más tarde una jovencita despistada y extranjera de esas tierras cayó atrapada en una de las redes tejidas hacía años... y claro, para qué arriesgar la vida en una pelea incierta cuando ya tienes una presa atrapada en otro sitio... así que la araña conocida por todos como El Administrador retiró su candidatura.

Y al fin sólo quedaron El Pekeñín y las tres señoritas... y desde lo alto del pozo el pequeño osito con una simpática sonrisita las ayudó a salir una a una...

Ya fuera las desconcertadas vírgenes le preguntaron el por qué de la ayuda, a lo que respondió sin dejar de sonreír: no soy cazador, como mis amigos tampoco lo eran, pues eran carroñeros... pero es que además... yo soy vegetariano.

Y por fin las tres amigas tuvieron un amigo varón que las quiso, sin querer comérselas y fueron felices...

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Y no comieron perdices?

No, no las comieron, por que El Pekeñín era vegetariano y las chicas también. Venga a dormir hijo.

Si papá.

Papá...

Quee?

Me encanta la nueva tela que has tejido para mamá...


2 comentarios:

feny dijo...

sencillamente grandioso, me he emocionado, una reverencia al artista, me postre a sus pies

angeloso dijo...

muy buena jajaja
me han gustado los 4 carroñeros xD
y tenias razon, se notan los retoques (lo que no se es porque los has hecho, me has quitado a mi caperucita roja..que era pelirroja jo...)



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