10 febrero 2010

El origen del manga para adultos, en primera persona


"Me baso en las técnicas del manga pero busco una forma de expresión diferente". El que habla es un joven Yoshihiro Tatsumi -a través de su alter ego Hiroshi Katsumi- en 'Una vida errante', una autobiografía en viñetas en la que el autor japonés, de 74 años, relata sus comienzos en el mundo del cómic, sus problemas para publicar historietas que se salían de los cánones de la época y su relación con otros autores.

Considerada como una de las obras de cómic más relevantes publicadas en España el pasado año, Tatsumi cuenta cómo él y otros compañeros cambiaron el mundo del manga en Japón en los años 50 al enfocar sus obras a un público más adulto que el habitual mediante la creación del 'gekiga', un género cuyo símil más parecido en Europa y EEUU sería el de la novela gráfica.

En dos tomos que suman 822 páginas, 'Una vida errante' (Astiberri) narra la evolución de Tatsumi como autor y persona, desde sus inicios como lector de manga en las tiendas 'kashibon' -locales de alquiler de tebeos- y como autor de cortas tiras cómicas que enviaba a concursos de revistas.

El mundo del 'kashibon' sirve de hilo conductor para la historia, que comienza con el encuentro en Osaka entre Tatsumi y Osamu Tezuka -creador de Astro Boy y, probablemente, el autor de manga más relevante hasta la fecha-, quien anima al primero a realizar historias largas y olvidarse de las tiras cómicas. Durante toda la obra, Tatsumi 'salpica' la historia con páginas en las que resume el contexto histórico de la época, como los momentos políticos más relevantes o los cambios en la sociedad japonesa.

Un nuevo género

Su búsqueda de nuevas fórmulas narrativas desembocará en el nacimiento del 'gekiga' (dibujo dramático), término creado por Tatsumi y su hermano. Un nuevo manga destinado al público adulto en el que primaban las historias 'negras' con criminales y ambientes nocturnos, desarrollados en viñetas con poco texto y un estilo muy cinematográfico para darles mayor dinamismo.

La aparición de este tipo de historias se encontró con la oposición de los sectores más conservadores del mundo editorial, que consideraban el 'gekiga' como una lectura perniciosa para el público infantil -pese a que estaba dirigida a los adultos-. El conocido como Sindicato del Libro llegó a criticar en 1959 incluso que las páginas tuvieran poco texto: "Las páginas en las que el texto ocupe menos de una tercera parte también deberán ser consideradas como lectura perniciosa".

En el epílogo al segundo tomo, Tatsumi se lamenta de que, incluso muchos años más tarde, el 'gekiga' se tuvo que enfrentar de nuevo al rechazo social cuando en 1995 se utilizó su nombre para definir los atentados con gas sarín en el metro de Tokio en 1995, por el supuesto vínculo con argumentos de algún cómic. "El crimen de la generación 'gekiga'", titularon los periódicos.

Buscando el 'aspecto emocional'

La novela gráfica refleja la lucha interior de Tatsumi, quien tiene que hacer frente al dilema de servir a la industria del momento mediante la realización de tebeos comerciales, una obligación que se contrapone a su deseo de experimentar con nuevas vías creativas.

Este conflicto se refleja especialmente en las conversaciones con su hermano -un joven enfermo que también dibuja manga- sobre cuál debe ser el futuro de los cómics japoneses. En uno de esos diálogos, Tatsumi/Katsumi defiende por ejemplo la necesidad de tener más páginas y más viñetas en sus historias para "plasmar mejor el aspecto emocional".

"A pesar de las complicadas relaciones humanas y los conflictos de intereses que lo rodean, el protagonista no ceja en su anhelo por crear un nuevo tipo de cómic. Para ello busca inspiración en numerosas películas de cine, en la literatura clásica o la narrativa moderna", explica el escritor y crítico Kosei Ono en el prólogo del primer tomo de la obra.

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