Como yo. Y basta, al menos por hoy.
Hace décadas que el arte es un puto lío, quién lo niega. Hay que pensar en esto, valorar aquello, meterse en la mollera mil y un ismos, aprenderse nombres checos.
Es completamente absurdo: a la gente de la calle SE LA SOPLA, se la refanfinfla (esta palabra es la hostia). A ellos una cosa o les gusta o no les gusta, pero desde luego no andan por la vida con una calculadora cultural en la mano. Y bien que hacen.
Los culturalismos, ese estúpido juego burgués, son en realidad otra tierna prueba del absurdo humano. Un absurdo infantil, tanto como Bush obligando a los moros a ser demócratas por sus texanos cojones.
Los Platters son como los moros. No, un momento, eso no tiene ni puto sentido.
Ahora sí: los Platters, que prácticamente se terminaron en el 61, representan esa prehistoria pop en que la música era bella o no era.
Y no había que hacer raíces cuadradas, ni vender motos de ruedas igualmente cuadradas, ni vestir a la mona de seda: mona se quedaba. Pero mona mona. Quiero decir que la mona era mona.
Sus canciones, las de los Platters, son como edredones. Te metes dentro, está mullidito y calentito cual seno materno, y te echas ahí un sueñín de tres minutos que sienta como si hubieran sido tres días.
Sus voces son, no sé, algo de llorar, pedacitos de sol. Puro bel canto. Y esos violines cataclísmicos, argh...
Luego el hombre (básicamente el hombre blanco, desde luego no los cinco negratas de los Platters)... Decía que el hombre se puso a pensar que si esto y que si aquello, y la cosa se jodió.
Obviamente, no me creo a pies juntillas todo esto que he escrito. Pero sí al menos en un 70%.
(¿Lo he escrito ya? Como todo ignorante, soy firme partidario del pensamiento débil. A mí Vattimo.)
Sí: a la gente se la sopla la cultura, porque a la cultura se la sopla la gente.
Venga, liquidado ya el post.
Uf, qué chungo es decir algo cuando no tienes NADA que decir.
1 comentario:
8-/
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