05 febrero 2009

El Virrey Temerario.

De D. Pedro Téllez Girón, Duque de Osuna (1574-1624) se podrían contar muchas cosas. Podría contar que con 14 años tuvo su bautismo de fuego y que para escapar de la justicia (por un asunto de amores y cuchilladas) marchó a servir a Flandes.

También puedo contar que allí en Flandes destacó por su arrojo y que a pesar de ser persona de altas rentas y noble cuna, siempre luchaba a lado de sus soldados siendo herido en varias ocasiones. Quizás podría decir algo sobre las numerosas veces que el de Osuna pagó soldados, tripulaciones y barcos de su propio bolsillo ya que nunca acababan de llegar los dineros reales.

Incluso podía contar también cuando fue virrey de Sicilia y Napoles y de como se convirtió en el mejor corsario al servicio de España -haciendo buen uso de la patente de corso concedida por el rey Felipe III- y siendo sus barcos y tripulaciones la pesadilla de Turcos y Berberiscos quienes le apodaban Delí-Bajá (el virrey temerario).

Pero hoy no contaré nada de esto. Hoy, en vez de hablar sobre alguna gran gesta o batalla heroica, voy a contar algo un poco más trivial. Unas anécdotas sobre “asuntillos domésticos” del duque y que nos muestra, en ocasiones mejor incluso que una gran batalla, el excelente talante que gastaba el III Duque de Osuna.

D. Pedro revolucionó la guerra naval formando sus flotas con barcos grandes(Galeones) y pequeños(galeras) que se daban apoyo mutuo. Algo que nunca se había hecho y dio excelentes resultados

Cuando Don Pedro se hizo cargo del virreinato de Sicilia, una de sus mayores preocupaciones fue la de armar una flota para la defensa de la isla. Aunque contaba con algunas galeras y preveía construir algún navío más, se dio cuenta de que juntando a todos los hombres válidos de Sicilia, apenas formaba una tripulación en condiciones. Al parecer la isla estaba llena de mendigos (ciegos, mancos, cojos…) quienes mostraban sus taras en las calles y a las puertas de las iglesias. Al de Osuna le pareció que allí había demasiado tullido por metro cuadrado así que decidió convocar un concurso. Aquel que fuera capaz de saltar un listón a determinada altura recibiría un doblón y si superaba otro situado un poco más alto, sería una corona de oro. Como por ensalmo, mancos, ciegos y cojos se curaron instantaneamente y participaron en el concurso. Muchos consiguieron superar la prueba y les dieron su dinero, pero también les dieron unos grilletes y diez años sirviendo en galeras por fraude.

Al poco tiempo y esta vez siendo virrey de Napoles, el de Osuna se encontró con parecido problema. Barcos vacíos en el mar y un montón de tullidos en tierra. Como sabía que se había corrido la voz de lo ocurrido en Sicilia ideó una nueva treta. Cuando más atestada estaba la ciudad de estos inválidos oportunistas, unos hombres desde una carreta comenzarón a recorrer las calles arrojando monedas de oro a su paso. Nuevamente se obró el milagro. Los ciegos volvieron a ver, a los mancos le salieron los brazos, los tullidos sanaron de sus piernas y todos se lanzaron a coger alguna moneda. Lo que no sabían, era que tras la carreta venía una compañía de los tercios quienes detenían a todos los tramposos, les quitaban las monedas y los mandaban a apalear sardinas en una galera.

La chusma (grupo de galeotes) remando en una galera

A pesar de esta forma de reclutar, una correcta instrucción y un buen trato dieron por resultado excelentes tripulaciones totalmente fieles al duque de Osuna. Una muestra de como se las gastaba con sus hombres es lo que ocurrió un día que pasaba revista a una de sus galeras e iba preguntando a los galeotes la causa de su castigo. Todos contestaban lo mismo, que lo suyo era una injusticia, que el algualcil de turno le tenía ganas, que el juez no supo aplicar la ley… hasta llegar a uno quien le dijo que él estaba allí por ser autor de todos los delitos que le inculpaban y de alguno más que si se hubiera llegado a conocer, en vez de estar aquí apaleando sardinas, estaría de colgando de algún palo con una indigestión de esparto. El duque de Osuna al escuchar esto se volvió hacia el capitán y le dijo: “Echen de la galera a este criminal no vaya a pervertirme a tantos inocentes”. Además de concederle la libertad, le dio 20 ducados.

El final de este gran personaje es como el de muchos españoles que consiguen destacar. De nada sirvieron sus servicios y la flota que puso al servicio del rey y que llegó a sumar veinte galeones, veintidós galeras y treinta embarcaciones de menor porte. Rumores, intrigas y la corrupción de la corte de Olivares terminaron por dar con sus huesos en la cárcel donde murió.

Francisco de Quevedo, consejero y secretario del duque aparte de su amigo personal, le dedicó varias de sus obras y también escribió su epitafio:

Faltar pudo su patria al grande Osuna,
pero no a su defensa sus hazañas;
diéronle muerte y cárcel las Españas,
de quien él hizo esclava Fortuna.

Lloraron sus envidias una a una,
con las propias naciones las extrañas;
su tumba son de Flandes las campañas,
y su epitafio la sangrienta Luna.



Fuente: Historiasconhistoria.es

4 comentarios:

quillo_3 dijo...

Dios, sorprendido me he... de estas miserias españolas da buena cuenta todos y cada uno de los libros de Alatriste, os lo recomiendo encarecidamente!!!

Osuna, en mi tierra, es un héroe, apelativo bien merecido, por cierto.

quillo_3 dijo...

Por cierto, Luki, enhorabuena por la entrada, lo cortés no quita lo galante. Hay luz tras el túnel XD

Luki dijo...

Juas si yo a esta pagina (vease Fuente del texto) me meto mazo, siempre me ha gusta la historia jouu

quillo_3 dijo...

va a ser que no eres tan simple como pareces XD





















pd: no te piques que ahora va en coña sin doble intención, ¿eh?



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