06 diciembre 2008

No son más que cuentos (2º de 2)

(PRIMERA PARTE)

Dezba se levantó a la mañana siguiente y como cualquier otro día fue a la joyería donde trabajaba de ayudante. Se encargaba de la fundición, el tallado primario, el pulido, la forja...

El dueño le regaló una bonita cadena de plata.

- Para el pequeño- Le dijo con una mezcla de sonrisa y pesar.

Todos en el pueblo sabían que el hijo de Dezba era el elegido y era una situación difícil. Sobretodo cuanto más se acercaba la fecha.

Aunque lo cierto es que todos se sentían aliviados de que no fueran sus hijos los elegidos.

- Muchas gracias señor Donoma.

- No hay por qué darlas, pero dime, ¿le has puesto ya nombre?

- Sí señor, anoche mismo decidí cual. Halona.

Hubo un momento de tenso silencio mientras el dueño de la joyería digería el significado del nombre y pensaba que decir.

- Halona, Fortuna Feliz,- dijo por fin Dezba ante el silencio de su jefe- porque eso es lo que es para su madre y para mí. Y así seguirá siendo hasta que muramos de viejos.

- Fortuna Feliz... chico... cuanto lamento esta situación.

- No lo lamente. A mi hijo no le va a pasar anda.- Dezba se va de la joyería camino de casa con la cadena en la mano.

Por el camino observa como los demás le dirigen furtivas miradas pero esquivan la suya. Sabe que les gustaría acercarse para compadecerle. Pero no se atreven. Es una situación difícil y sobretodo con las cosas que él anda diciendo. Eso de que el Lobo no se llevará a su primogénito. Eso no gusta en el pueblo. No gusta que tras tantos siglos no acepte su destino, debería ser incluso un honor para él, entregar su hijo por el bien del pueblo.

En dos ocasiones el pueblo sufrió invasión por parte de otro pueblo y en las dos ocasiones el Lobo reapareció y solucionó el problema.

Y aunque saben que contra el Lobo nada se puede, no les gusta esa rebeldía contra su destino.

Al llegar a casa come fuerte y ayuda en las labores.

Por la tarde durante dos horas que siempre se coge, entrena. Pero no con la lanza como su padre. Él se entrena con la espada. Ha repasado mentalmente el combate cientos de veces y siempre llega a la misma conclusión. El Lobo es fuerte pero débil frente a un oponente móvil, alguien que sea ágil y capaz de esquivar sus ataques. El problema de su padre fue que confiaba en la distancia de la lanza para mantener alejado al Lobo. Pero él era estático y una vez que la lanza se clavó ya no tenía más defensa.

Dezba basa su ataque en la defensa. Confía en poder mantenerse alejado del Lobo para ir hiriéndolo poco a poco.

Tras eso comprueba el refugio. Una cámara excavada bajo la casa con una maciza puerta de roble reforzada con placas de metal en los goznes.

En la cámara encerrará a su hijo hasta la mañana siguiente.

Lleva veinticinco años preparándose. No puede fallar.

- Mañana es la noche Dezba. Tengo miedo. No quiero que mueras.

- No voy a morir amor mío.

- Ya sé que perdiste a tu familia a manos del Lobo de pequeño y que nadie como tú se ha sacrificado más por esta aldea. Pero ¿y si entregamos a nuestro hijo?

- ¡Nunca!

- Pero Dezba, nada puedes contra el Lobo.

- Te juro amor mío, que nuestro hijo vivirá, vivirá aunque toda esta aldea haya de arder.

El Lobo, una fuerza irresistible; Dezba, un obstáculo inamovible. Lo que ocurre cuando una fuerza irresistible choca con un obstáculo inamovible es ni más ni menos que un cataclismo, un cambio de proporciones cósmicas; pues si ni el obstáculo ni la fuerza que lo empuja ceden, cederá todo lo demás, el espacio y el tiempo que los acoge...

Al día siguiente todo fue como cualquier otro día, al menos en lo que respecta al pueblo. Para Dezba y su esposa nada era como cualquier otro día. Todo lo que hacían, hasta la cosa más nimia, como cruzar una calle, revestía de la mayor importancia; ¿quién sabía si esa no sería la última vez?

Al acabar su jornada en la joyería Donoma le dio a Dezba un puñal ceremonial para que le diera suerte y sobretodo fortaleza.

Había acompañado a su familia desde los comienzos en el valle y siempre les había ayudado en situaciones difíciles.

Se trataba de un puñal de empuñadura de hasta de ciervo, con la hoja de acero, cuyo filo había sido bañado en plata fina. En el centro de la hoja una agua marina adornaba.

Dezba le agradeció el detalle y prometió devolvérselo a la mañana siguiente.

Aquella tarde Dezba lo dispuso todo. Preparó una buena hoguera, colocó troncos rodeando la casa y les prendió fuego salvo en un punto, el de la entrada de la casa. Encerró a su hijo en el refugio y mandó a su esposa a casa de su hermana cuatro cabañas más al Sur.

Esperó a la noche y la Luna llena apareció por fin. Aquella noche no había parejas paseando ni niños jugando. Ni siquiera había perros en las calles.

Un poco antes de media noche un aterrador aullido de lobo recorrió el pueblo sin tener un origen claro, sin saber bien de donde venía, como si cada casa del pueblo fuera el origen del aullido, del dolor.

Dezba sabe que el momento ha llegado. Lleva toda su vida preparándose para esto y por fin va a saldar su cuenta pendiente.

Tiene miedo, claro, es humano. Pero no deja que le domine. Se ha convencido hace un rato de que este es su sitio, donde debe estar y no desearía estar en ninguna otra parte ni haciendo ninguna otra cosa.

Hace veinticinco años le arrebataron su vida, su familia, su futuro, lo que podía haber sido, lo que podía haber tenido... esta noche va a recuperar su vida, cuando se deshaga del que hasta ahora ha sido su motivo de vivir: la venganza. Mañana al levantarse será un hombre nuevo con toda su vida por delante aún para aprovecharla. Hasta ahora había vivido encerrado en el odio, en la agonía, en la sin razón.

- Pero se acaba aquí.

Una sombra pasa fugazmente ante la puerta iluminada por la hoguera que rodea la casa...




El enorme lobo pasa entre las llamas y pone su pata en el umbral del porche. No ve dentro de la casa aunque la puerta está abierta. La luz de fuera le ciega para ver dentro de la casa. Siente a su alrededor el calor de las llamas. Pero no les presta atención. Oye llorar al niño y eso es lo único a lo que le presta atención. Se yergue sobre sus patas traseras y se pone a dos patas para trasponer la puerta.

Aún a un par de pasos de la puerta se le clava una flecha en el pecho. Desconcertado y dolorido aúlla y grita. Se mira el pecho y otra flecha se le clava. Vienen de dentro de la vivienda. Así que se abalanza dentro, con tal ímpetu que arrastra consigo medio marco de la puerta.

La descomunal bestia tiene dos flechas clavadas en mitad del pecho y no muestra el más mínimo atisbo de flaqueza. Es un enemigo tan temible que Dezba duda por vez primera de sus posibilidades.

Pero entonces. Cuando la bestia se alza desafiante para atacarlo y mientras retrocede para esquivar su cruel zarpa, Dezba ve la sangre brotando del pecho por las heridas de sus flechas. Eso le anima.

- Todo lo que sangra se puede abatir.

Dezba esquiva dos zarpazos seguidos y rueda tras el sofá. El animal de un zarpazo lanza el sofá volando por los aires. Dezba se esperaba algo similar y coge a la bestia desprevenida. Le clava su espada en el pie y salta de espaldas para evitar la otra zarpa que ya descendía para alcanzarlo.

- Dezba tres, monstruo cero.

El monstruo trata de perseguirle por la habitación pero el pie clavado al suelo no le deja. Para cuando consigue liberarse Dezba ya ha alcanzado la lanza. La misma lanza que su padre empuñara una noche como esa hace 25 años. El animal se levanta al oír la carga de su oponente. El arma se hunde treinta centímetros en su pecho.

Pero el Lobo es una fuerza irresistible.

Con el dorso de su zarpa derecha golpea a Dezba que ahora ha cometido el mismo error que su padre. Cosa que comprende mientras vuela. Choca contra el muro de la casa y su mundo se sume en tinieblas.

El Lobo parte la lanza y salta a por su atacante. Pero el llanto del niño le recuerda entonces su deber.

Olisquea en la estancia y por fin encuentra la puerta...

Cuando Dezba despierta no hay rastro del animal. Le da vueltas la cabeza...

- ¡La puerta!

La puerta del refugio ha sido hecha pedazos mientras estaba inconsciente. Agarra un leño ardiendo en una mano y en la otra la daga que le diera su jefe esa mañana. No ha encontrado la espada en un vistazo rápido que ha echado y tampoco puede perder el tiempo. Su hijo le necesita.

Alumbrado por el leño ardiente desciende hasta el refugio y allí encuentra a su hijo y a la bestia.

Su hijo en una cuna donde lo dejó y el lobo que da vueltas frenético alrededor suyo sin decidirse a atacar.

El padre se da cuenta al instante de que el lobo no deja de mirar la pulserita del pie de su hijo, la pulserita de plata.

Entonces cree entenderlo, la plata, la plata lo para.

No lo piensa dos veces y se arroja sobre él. Le cae sobre la espalda clavándole la daga una y otra vez. Por cada vez que el puñal se hunde en la carne peluda otra vez más se alza para volver a descender. Con cada vez mares de sangre escapan de la bestia.

Ambos ruedan y forcejean. Pero al final la daga logra clavarse en el corazón de la bestia.

Y al segundo siguiente Dezba se encuentra sobre un humano desnudo con el puñal en el pecho.

El humano lo mira, está vivo y consciente.

Sólo le dice una cosa antes de morir, un susurro:

- Gracias hermano...

Dezba se queda allí unos minutos pensando si aquella bestía sería en realidad su hermano pequeño...

A la mañana siguiente el pueblo se debate entre felicitarlo o recriminarle su acción.

Todos se habían acercado a ver que había ocurrido al fin.

Allí estaba casi todo el pueblo, rodeando a un padre y una madre que parecían haber sido padres de nuevo por primera vez, los dos abrazados con su hijo en brazos.

Entonces llega corriendo un chiquillo y entra en medio del círculo. Ha venido desde lejos y cuando logra recobrar el aliento da la alarma:

- Extranjeros se han establecido en la otra orilla del río, a los pies de la Colina del Destino.

- ¿Qué haremos ahora que has matado a la bestia, nuestro protector?- grita alguien entre la multitud, con mezcla de temor e ira en su voz.

- Tendremos que aprender a defendernos por nosotros mismos.- Responde Dezba seguro de sí mismo; seguro de que si ha vencido al Lobo, no hay nada imposible.

- Pero, ¿cómo?

- Yo os enseñaré.

Y así fue como mi abuelo se convirtió en el líder del pueblo. Les enseñó a no tener miedo, a defenderse y a alcanzar la paz por ellos mismos. Les dio la seguridad que les faltaba.

Desde entonces nuestra familia lidera este pueblo y sus gentes y unas veces luchamos y otras pactamos y dejamos que los extranjeros se integren entre nosotros. También aprendemos mucho de ellos.

Y algún día tú deberás liderar al pueblo pequeño.

Pero abuelo, todo eso del lobo... ¿eso no son más que cuentos verdad?



7 comentarios:

ladiya dijo...

Se lo dedicaría al Killo, pero ya le dediké uno en mi espacio así k se lo dedico a la persona que nunca le he dedicado un relato

a mi mismo! ale a mamarla

angeloso dijo...

como ya te dije me gusta mucho como te ha quedado el final de la historia

a mi me has dedicado algún relato...??
jejeje

Juliette dijo...

Como dirías tú: MAGNIFICO!!
En serio Carlos, muy bueno, me ha gustado mucho, hasta las fotos y todo. Sinceramente creo que vas mejorando en tus relatos como el buen vino jeje. Parece que estas inspirado, que no pare, quiero más!

Moisex dijo...

Guau jou!!! me ha encantado!!! :-D los seguidores de tu Space estamos satisfechos!!! X-P

Moisex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Moisex dijo...

P.D::Ya te dire lo de como subir musica a una entrada que pa esta hay alguna q otra canción le habria quedado muy bien ;-)

quillo_3 dijo...

mmm... es casi tan bueno como el que me dedicaste a mí XD que noooo, a ver me gusta mucho, pero si hay que poner un pero es que al usar la narración en tercera persona y en presente suena mucho a 300 jejejeje por lo demás ningún fallo que yo haya visto en la forma!!! te lo has currado "chaval"!!!



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