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"Los Moteros Zombis Viven Con Las Botas Puestas"
"Los Moteros Zombis Viven Con Las Botas Puestas"
Todo comienza como muchas veces comienzan las cosas: con un descuido. Sí fue por cansancio, por estar leyendo un sms, por estar hablando por el móvil, por cambiar el disco de música... eso ya da igual.
El caso es que en una fría noche de invierno un joven conduce su coche por una oscura y retorcida carretera de pueblo. Por la misma carretera van dos moteros en su moto.
Para ser honestos ninguno respetaba el límite de velocidad.
En una curva, una curva ahora adornada con flores, ocurrió el desastre. El coche envistió la moto, los dos moteros salen despedidos y mueren. Ella en el acto, él de camino al hospital. El joven del coche sale indemne. Sólo un moratón en la cara por el golpe contra el volante.
La tragedia ya está servida, eran amigos los tres. El joven se hunde y acaba cumpliendo cuatro años de cárcel por homicidio involuntario.
Eso fue hace cinco años. Hoy el joven sigue destrozado por dentro, por lo que hizo, por lo que no puede deshacer, por que querría morir, pero no tiene ni fuerzas para enfrentarse a la oscuridad que le aguarda, que lleva dentro, que le reconcome, que sabe que le espera al otro lado.
"No hay perdón para un asesino
Se repite al levantarse, se repite al dormirse.
Hoy debemos centrar nuestra atención en el cementerio de la pedanía de donde era la chica motera muerta. Porque tras tanto tiempo el “joven asesino” ha reunido el valor suficiente para acercarse a darle el último adiós, el que no pudo darle en su día.
No es que crea que así podrá dormir mejor por la noche, pero es algo que debe hacer, quizá para apaciguar un poco su ira interior. Su odio hacia sí mismo.
Es de noche, se está formando tormenta, los truenos ya se oyen y cada vez más cerca.
"
- ¡Tranquilo!- Grita con la mirada en las negras nubes en mitad del cementerio- Seré breve, sólo quiero despedirme y me marcharé.
Pero el cielo parece descargar su ira contra el asesino y responde con un potente trueno y un relámpago cruza el cielo justo sobre él.
Por fin llega a la tumba. Lee el nombre de su amiga y se derrumba sobre la tierra. Las lágrimas brotan con más fuerza que la lluvia que ya cae. Lee la fecha de nacimiento y de muerte. La opresión del pecho amenaza con tragárselo así mismo. Pero no se rinde.
En una mano sostiene una rosa negra, en la otra una hoja.
Lee en voz alta lo que está escrito mientras los truenos silencian sus palabras.
Elevándonos desde el cementerio tardamos unos segundos en llegar hasta la casa de la difunta motera, donde los truenos han asustado a su pequeña mascota; se trata de su perrita que sale de la casa corriendo, aprovechando un descuido de la madre que en ese momento llegaba a casa.
Nos elevamos de nuevo y vemos que la perrita corre en dirección al cementerio bajo la lluvia, bajo los truenos, iluminada a fogonazos por los relámpagos, como si fuera la iluminación de una discoteca.
Volvemos al cementerio.
- ... y que vuelvas a mirarme con hambre...- el joven agachado sobre la tumba deposita la hoja que ha leído y mientras repite la frase- ... y que vuelvas a mirarme con hambre- clava la rosa negra en mitad de la hoja. De forma que la hoja queda sujeta al suelo.
Al acercarnos a la hoja y gracias a un oportuno relámpago vemos fugazmente lo que pone:
La triste figura abandona el cementerio caminando despacio, sin volverse, sin consuelo. Sólo repite entre sollozo y sollozo:
- ... y que me vuelvas a mirar con hambre...
El cielo parece enfurecido con el acto del chico y la tormenta arrecia, incluso parece peor sobre la tumba; sobre la que no para de llover con gran fuerza y violencia. El viento sopla en fuertes ráfagas. Sin embargo la rosa permanece firme sujetando la hoja que se agita como si estuviera loca.
Como si el cielo no pudiera tolerar semejante ofrenda acaba por descargar un rayo que impacta en la tumba prendiéndole fuego a la rosa y la hoja. Ambas se consumen en rojas llamas bajo un cielo cubierto, bajo una lluvia propia del día del juicio.
Apenas se han esparcido las cenizas por los alrededores llega la perrita a la tumba y se tumba, calada hasta los huesos, sobre la tierra convertida en barro.
Es entonces que salen de la tierra dos brazos y agarran a la perra. Ella no se resiste ni se queja. Es su ama, que ha vuelto a la vida para darle un último beso, aquel que no pudo darle.
El problema es que no la besa. Al alzarse la cabeza lo primero que hace es morder a la pobre perra, que, esta vez sí, espoleada por el dolor, se retuerce y logra escabullirse y huye del cementerio.
Entre los fogonazos de los relámpagos vamos viendo como se alza la motera. Como vuelve del otro lado para dar la última despedida que en vida no pudo dar.
Viste su precioso vestido rojo de volantes y tirantes. Ahora ya no está tan precioso, algo mohoso, embarrado, y roto por algunas partes. Pero sirve para recordar el antiguo esplendor, su antigua magia, su glamour.
En general la chica-muerta se conserva bastante bien y a parte de algunas heridas abiertas supurosas y el color a muerta, lo más desagradable es el gusano que se ha instalado en una herida abierta de su pecho, a la altura de su clavícula izquierda. Asoma incluso un poco de hueso grisáceo entre la putrefacta carne.
Al pasar junto a un arbusto la parte baja del vestido se engancha y desgarra. Dejando al descubierto el calzado. Nada menos que sus botas “heavys” preferidas; un detalle de su hermana, que insistió en que no le quitaran las botas con las que había muerto.
Comienza entonces su largo camino de muerte y vacío, de botas muertas que recorren de nuevo un camino que a la muerte lleva...
2 comentarios:
Me gusta mucho Charly. Yo he sido y seré siempre motero y espero ser de mayor motero fantasma zombie.
PARA EL QUE QUIERA LEER COMO ACABA LA HISTORIA...
http://spacekrlosh.spaces.live.com/blog/cns!4547535E2EF36334!2654.entry?&_c02_owner=1
Gracias Pelu, siempre siguiendo tus sabias enseñanzas Maestro Lusa.
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