21 agosto 2008

Maldita incertidumbre

Maldita incertidumbre. Siempre me persigue avasallando mi querida y organizada armonía. Es complicado pensar en esa bonita pero poco práctica frase de: El pasado es historia, el futuro no existe pero el presente es un regalo. ¿Qué el futuro no existe? ¡Pero si nuestro presente se basa en formar el futuro! Por desgracia hay que aprender a disfrutar de cada segundo y esas historias sin dormirte en los laureles. No me gustan estos periodos de espera. Prefiero agobiarme con lo que tengo que hacer que agobiarme por no saber que tendré que hacer. Mi madre dedica todo el año a planificar unas vacaciones de nueve días. Siempre estamos gastando el hoy en el mañana. Creo que es algo inevitable. Se hace todo más fácil cuando sabemos que vendrán tiempos mejores. Y cuando llegan, somos incapaces de apreciar cada instante porque sabemos que se acabará pronto. En el fondo todos somos algo masoquistas. No nos conforma un atardecer que convierte el cielo en llamas si no hemos terminado el trabajo que debemos entregar mañana. Últimamente me dejo acariciar por libros que me deleitan la noche con suaves palabras llenas de verdades que por el día ignoro. Intento completarme con algo que me gustaría ser pero que no me sale. Es admirable como se las apaña el mundo para desbaratar los planes. Para conseguir que todo suceda de una manera distinta a como te lo podrías haber imaginado. Pero supongo que esta incertidumbre, nos guste o no, es una de las tantísimas paradojas que hacen que la vida merezca la pena.

Nada más terminar estas últimas palabras, un avión se estrella en Barajas, dejando finalmente 153 víctimas y 19 heridos graves. Todo lo que he escrito anteriormente pierde sentido. Finalmente resulta cierta la frase, el futuro nadie le garantiza, por mucho que nos empeñemos en planificarle. Ahora me cago yo en las paradojas...

06 agosto 2008

De vuelta y vuelta...


De vuelta en la ciudad con la piel morena y el corazón tranquilo. Sin novedades en el frente y con el sueldo sin definir por la falta de empleo, o más bien, por la falta de ganas para buscarlo por no encontrarlo, me muevo como pececillo en el agua. Con suficiente oxígeno, con el alma sin mordiscos y con mis siempre cansinas pero en el fondo necesarias paranoias.

Esta claro que si el mundo quiere improvisar mi vida, será mejor que lo admita por las buenas. Al fin y al cabo, nada sale nunca como piensas. Tengo que acostumbrarme a actuar más y planificarme menos. Voy a dejar de buscar caminos para sencillamente, ponerme a andar. Es verano y hace demasiado bueno para nublarme.


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