21 mayo 2008

Piercings genitales por Josep Tomás

Soy un alma de cántaro, pero a mí lo de los piercings genitales me da mal rollo. Sí, soy así de poco 'cool'.

Mi amiga Juani, que es la pesadilla de los arcos detectores, se acaba de poner uno en el clítoris. Yo, así en plan coña, siempre le digo que su afición por las perforaciones está motivada inconscientemente por la negativa de sus padres a comprarle un poni cuando era pequeñita, porque si no, no me lo explico...

En estas cuestiones de 'customización' corporal soy muy 'pacomartinezsoria', pero, eso sí, muy tolerante... aunque sea una palabra que odio. Reconozco que me puede gustar el resultado estético final, en algunos casos, pero nunca me pondría uno.

En mi caso la frontera entre el placer y el dolor está más fortificada que la de Gaza y pienso que todo este tema debe doler mucho. Aparte de ser un verdadero engorro para llevar a buen puerto ciertas prácticas sexuales. Hablo, por ejemplo, del sexo oral y lo incómodo que tiene que ser encontrarse cada dos por tres un trozo de acero en la boca, aunque, bueno, esta cuestión lleva implícito el mismo tipo de debate que el de los tropezones en el gazpacho. A algunos les encantan y otros los aborrecen...

Lo que sí está claro es que los piercings genitales son un inconveniente a la hora de utilizar un preservativo. Las posibilidades de rotura son inmensas. En cualquier caso, tal y como aseguran los forofos del 'tunning genital', el propósito final de los piercings no es sólo estético sino que también pretende aumentar la estimulación y la excitación de esta parte tan sensible de la anatomía humana. Según ellos, lo consiguen.

Puede parecer que todo este tema de los piercings es una moda reciente, pero no. Por supuesto a todos nos vienen a la mente ritos ancestrales practicados por diferentes tribus o culturas a lo largo y ancho del mundo que contemplan la perforación corporal como rito de iniciación o de entrada en la pubertad. Si nos situamos en un contexto más cercano, hay que remontarse a plena época victoriana, en Inglaterra, para encontrar los primeros piercings genitales. Parece ser que consistía en una anilla que se colocaban los miembros, y nunca mejor dicho, de la alta sociedad, entre la uretra y la base del glande. Su objetivo era sujetar el pene a la pierna derecha o izquierda de los pantalones, que solían ser muy estrechos. Así evitaban el clásico paquete marcado que tanto furor haría posteriormente en la década de los 70 del siglo pasado.

Cuenta la leyenda que fue el Príncipe Alberto el primero en usar este tipo de anilla con el fin de mantener el prepucio retraído y lograr que su pene estuviera libre de malos olores que pudieran ofender a la reina... Que digo yo que tenía el olfato sensible o que el príncipe era un cerdo.

Sea como sea, su invento ha acabado denominando al piercing genital masculino por excelencia. Aunque hay otros, como el 'Ampallang', utilizado por las tribus de Borneo, que atraviesa horizontalmente el glande, atravesando o no la uretra; el 'Apadravya', ya descrito en el Kamasutra, que atraviesa la punta del pene en sentido vertical; o el 'Dydoes', que consiste en dos barritas de acero con dos bolitas en los extremos situadas entorno al borde del glande.


En el caso femenino, los piercings se pueden hacer en los labios menores, en los mayores, en el clítoris o en la piel que recubre la parte superior del mismo. Sea como sea, no está de más recordar que hay que, como cualquier otro tipo de perforación cutánea, los piercing genitales entrañan muchos peligros. Por supuesto, la inmensa mayoría de locales que se dedican a estos menesteres están bajo control y siguen las recomendaciones higiénicas básicas marcadas por las autoridades sanitarias. Sin embargo, no está de más que le echéis un vistazo a estos consejos del doctor Rodés Teixidor del Hospital Clínico de Barcelona . No sólo hay que contemplar las posibles infecciones tras la colocación del piercing y en su proceso de cicatrización, sino que también conviene estar atentos a lesiones en los tejidos internos.

4 comentarios:

ladiya dijo...

cuanto loco joder



... es una corriente de pesimismo.


:(


ni me lo haría ni me molaría k se lo hiciera mi novia, aunk en el ombligo uno pekeño me da mucho morbo y en la lengua... eso es otro tema
;D

Juliette dijo...

A mí me dan una grima... ni para mí ni para el resto... que esas zonas son muy sensibles jeje.
Y sí Carlos, en la lengua es otro tema jeje.

núria dijo...

mi novio keria hacerse uno en el pene, pero no le deje. Aunque lleva 1 en cada pezon, uno en el lavio y las orejas llenas!!


un besito,
:)

Anónimo dijo...

hola a todos!!! les puedo decir que tengo el del piercing prince albert (espero que sepan de que les hablo) y contrario a lo que uds creen no me dolió, tengo 2 años con el, me lo hice yo mismo yla verdad es placentero a la hora de las relaciones, ademas al usar una joyeria muy suave no rompes el preservativo en especial el condón. en lo particular me encanta actual mente tengo 18 años y quisiera hacerme uno mas.



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