Paralizado

Vulnerable. Frágil.
Suspendido en un aire imaginario.
Cansado de no entenderse, de que no le entiendan.
De dar explicaciones que no convencen.
De no saber si le rodean equivocaciones.
Incomprendido. Débil.
Perseguido por esperanzas utópicas e ilusas.
Harto de nudos que inhiben sonrisas sin mueca.
Insatisfecho por no saber cumplir los sueños.
Por no encontrarlos. Por ni siquiera buscarlos.
Confundido. Descuidado.
Asustado y triste por no interiorizar consuelos.
Por llenarse la cabeza de contradicciones.
Por perder el control de lo perfecto.
El orden establecido para cada sentimiento.
Olvidado. Marchito.
Oculto tras una fachada que convence.
Afligido por culpa de sus latidos huecos.
Desconcertado por saber lo que es y no conseguir serlo.
Avergonzado de cada suspiro anónimo que exhala.
Perdido. Desolado.

Nadie te enseña pero aprendes. Si te caes, te levantas. Y si no te gusta, no miras. No hay libros de instrucciones, ni páginas en internet que te ayuden un poco. Es así. No hay más. Te levantas y te ocurren cosas. Todas te van formando. Lloras hasta quedarte vacío y ríes hasta que el estómago te duele. Te mueres de vergüenza o te sube la autoestima hasta las nubes. Pero todo cuenta. Nos respaldan los recuerdos. Lo que hoy somos es gracias a lo que fuimos, a lo que hicimos. Nuestra vida depende de nosotros mismos más de lo que pensamos. En un solo día podemos hacer que todo cambie. Es ese poder lo que nos crea las inseguridades. Lo vulnerables que somos a nuestras propias decisiones. El dominio que podemos llegar a tener de nuestra propia vida. Esto es todo un privilegio pero tan abrumador que si lo piensas detenidamente, te paraliza.