Si las palomas no respetan nada los humanos tampoco. Guardo cama por un cólico de exigencias. Me he quedado tonta y ahora sólo me importan los amaneceres. El tiempo pasa igual de rápido, creo que incluso más, pero no me importa. Le observo pasar ensimismada dentro de una gota de agua mal aclarada. Me abren las heridas con cariño, ya no sangran pero todavía duelen. Y por supuesto sigue lloviendo pero a mí las nubes ya ni me rozan. Sólo alguna tormenta cargada de dudas y agobios me empapa de vez en cuando.
Si te empeñas en que los astros o algo así te maltratan la existencia y te castigan por cada cosa que haces claro que todo será una mierda. Luego, de repente ocurrirá algo no identificado en tu interior que tu mente decide pero que la humanidad no percibe y la vida te volverá a sonreir con una intensidad aplastante. Completamente absurdo y sin sentido pero sagrado para todo aquel que todavía cree en angelitos de la guarda.
Tranquilos, yo tampoco se muy bien a qué me refiero. Escupo palabras que se retuercen en mi boca. No pienso no coordino. Parafraseo y escribo sin parar porque es lo único que en estos momentos consigo hacer, que quiero hacer. No soy rara, ni distinta. Admitir que todos giramos por el mismo eje es lo que me convierte por lo visto en extravagante. Tiene gracia. Ser normal es lo que me hace diferente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario