23 abril 2008

Segunda Piel

Estoy escuchando la banda sonora de Segunda Piel, película mediocre sobre la homosexualidad pero que cuenta con el gran aliciente de tener al murciano Roque Baños dándole algo de aire. Siempre me ha parecido curioso lo de “Segunda piel” y con este término no me refiero a una chaqueta que se pueda poner uno cada día… Más bien es el concepto de las capas de cebolla que nos planteó nuestro amigo Shrek. Lo real es que existe un pasotismo imperante y de él se deriva que todos tengamos segundas pieles, y del mismo modo, muchos carezcan de ganas de buscar las pieles reales de quien tenemos en frente. Es fácil, me digo siempre, quedarse con algo que sea agradable o encantador. Muchos piensan, ¿para una vez que nos vamos a ver? Y yo reflexiono si esa vez no sería más rica si supieras como el otro se siente o quizá incluso si habrían más veces que una sola si la empatía no rayara únicamente en la simpleza de ir a ver una película taquillera o tomar una cerveza, o coca cola para abstemios, para decir tres tontás y cada cuál a lo suyo.

Últimamente observo que existe mucho egocentrismo, algunos casos de la mano del egoísmo. Es normal pensar en uno mismo y sólo en uno mismo de tal forma que el argumento fácil, sin ningún sacrificio o solidaridad, de “si me gusta bien y si no pues no” se incorpora a la cultura social… Pero luego lo que uno no puede es exigir, aunque no sea a ningún oído sino a uno mismo en un día reflexivo (“¿por qué nadie me entiende?”), que exista alguien que nos comprenda, cuando quizá yo muchas veces no me preocupo en entender a los demás. Es más bien el dar y recibir, que ahora se toma más como un concepto mercantilista superfluo que algo enriquecedor para ti y para mí. De hecho, ¿acaso no es mejor dar en mayor proporción y que cuando justo requieras un don de alguien éste sea de tal calidad que te haga salir de un bache adverso?

Esta cuestión, es identificable en todos los ámbitos. Veo relaciones amorosas que fracasan por falta de ganas de entenderse y otras tantas por falta de madurez y valentía a la hora de afrontar que el amor no es tan difícil ni tan complejo, que no requiere de peleas constantes para cimentarlo sino todo lo contrario. Las amistades son usualmente confundidas con colegueos, aún cuando en un pasado sí eran tales. ¿Y cómo se llega a tal situación? Unos pueden estar pensando en que no lo fueron nunca, mentira fácil que uno puede llegar a hacerse para autocomplacencia por la no carencia de amigos, y otros más bien que la bola de nieve se ha ido haciendo muy grande con el paso de los años. Si se miran de reojo una amistad que es colegueo y una relación tempestuosa alargada con los años (algunas incluso son alargadas meses), ¿acaso se diferencian en mucho?

No cuesta nada pensar alguna vez en cómo se sentirá el otro con alguna acción nuestra. Vale que muchas veces no es motivo suficiente para tenerse en cuenta pero el hecho de que no sea totalmente relevante no significa que no ayude a un mejor futuro basado en una empatía que lejos de ideales románticos lo normal es que haya sido cultivada más que innata.

Llegados a este punto, debo confesar que no hay nada como encontrar la comprensión de quien quieres, sea un amigo o tu novia. El egoísmo no tiene esa recompensa aunque algunos egocéntricos sí consiguen influir de tal manera en los demás que siempre estos se preocupan por ellos aún sin merecerlo. Si un día lo tienes infantil sin motivo aparente puede existir ese alguien que sepa leer entre tus líneas, y comprender qué ocurre, qué necesitas, o cuanto menos intentarlo, algo ya suficiente y diferente a lo que un colega pueda darte. Partiendo de esta base, nadie puede interpelar a una persona por intentar ayudar. Por dejadez de ayuda sí es posible pero nunca por intentos de ella. Siempre cabe la posibilidad de que uno de aquellos intentos dé en el blanco.

Considero que es mejor tener una mente preclara y dejarse sorprender… Pero cuando uno no encuentra sorpresa alguna en lo que le rodea, pues todo parece el mismo ciclo que se repite en la cotidianeidad, el hecho de que una persona te diga “oye, ¿qué coño te pasa, maric Kon?” creo que surtirá mayor efecto que un ya se le pasará.

Y cómo terminaba cierto gran comentarista del programa de don Carlos Herrera, que por desgracia se nos fue a algún sitio que (merece) mejor: HE DICHO.

5 comentarios:

Juliette dijo...

Ya sabes que yo, como asno, prefiero ser una tarta, que también tienen capas y no hacen llorar jeje.

Ahora en serio, me parece que hablas en el texto con una sinceridad pasmosa y me encanta.

Cómo me gustaría poder irme de cañas contigo para poder hablar del mundo a nuestras anchas...

quillo_3 dijo...

ay, y a mí...

ladiya dijo...

AMÉN

feny dijo...

poc se puede esperar de alguien q no tiene capas . buen texto .


pd : el del paraguas m encanta ( lo weno si breve 2 veces weno)

quillo_3 dijo...

mmm... que hace el feni dejando un comentario aquí sobre el del paraguas??? puto feni!!!



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