No tenía que haberlo hecho, se repetía una y otra vez Carlos. Me van a ostiar, se decía. A sus diez años de edad se encontraba en mala posición frente al cura... Vale, sí, lo había hecho, era digno de reprimenda pero tenía un motivo sólido. El problema es que sabía que tenía un historial por el que nadie le creería. Era su palabra contra la del puto cura. Su madre estaría flipando seguramente con una nueva gamberrada más, que ya no era dirigida contra un compañero subnormal que le había tirado el bocadillo al suelo o un escupitajo a una cría que se había reido de él por estar sentado solo en un escalón durante el recreo. Me he vengado por lo menos, se consolaba. Tal vez mi madre... No, nada de eso, seguro que ella no le escucharía ¿para qué? Un cura no hace nada malo, lo negaría todo y serían embustes de un niñato maleducado por la rabia de ser pillado.
- ¡Je je je! - rió de repente Carlos. Se maldecía por estar en aquella situación y tenía un poco de miedo por las consecuencias pero estaba feliz por haber visto la cara que había puesto. Seguramente tendría el culo jodido toda la semana el cabrón ese... Nunca hubiera creído que un traspié provocado por aceite fuera a provocar una caída tan destornillante… ¡Qué grande la cara de miedo mientras desaparecía su cuerpo progresivamente tras la mesa del profesor! Después vinieron los aullidos de dolor… Seguro que ya no le dolía tanto pero el culo fijo que una semana tendría que reposarlo con un almohadón al sentarse. Te jodes - ¡Je je je!
- Me parece, hijo, que no deberías reírte de lo que le has hecho al pobre padre Hilario… ¡Con lo bueno que es con vosotros! – le inquirió la secretaria del director.
- Si, ya… - Será puta asquerosa, pensó Carlos. ¿Un buen cura, bondadoso como se presupone, insulta a un alumno suyo sistemáticamente cada día en clase? Que si cabeza de melón, que si te falta poco para ser retrasado… Eso no lo hace un buen profesor. La última ya lo había terminado de poner histérico. Era por esa por la que se había vengado… Durante la última clase había salido a la pizarra a hacer un ejercicio que acababa de mandar no hacía ni dos minutos. Lo había elegido para dejarlo en ridículo, estaba seguro. Lo que “Don” Hilario no preveía es que Carlos no era el analfabeto que presuponía, de cabeza resolvió el problema y lo plasmó en la pizarra fácilmente. Se sentía orgulloso de ello, claramente, pero el muy cabrón lo acusó de haberselo copiado de su compañera, María, que era la que mejores notas sacaba siempre en clase.
- ¿Tú? ¿Con lo ceporro que eres? – le dijo “Don” Hilario – Tu mente sólo es capaz de crear gamberradas. Tú sólo eres capaz de pelearte y no vales para otra cosa que para estar solo en el recreo. ¡Tienes un cero!
De nada le valió intentar defenderse. Otras veces hubiera reaccionado airadamente y le habría pegado a una mesa con todas sus fuerzas pero esa vez no, había llegado la hora de vengarse, así que, al día siguiente, justo cuando vio al profesor a unos metros de la puerta de clase, roció el suelo con aceite. Lo conocía bien…
- Hola, chicos, siéntense – dijo mientras entraba por la puerta. Carlos sabía que era su típica entrada, que miraba al fondo de la clase para ver si podía indiñarle alguna bronca por algo que estuviera, o no, haciendo. Pero esta vez el resultado fue diferente…
- Así que la has montado, ¿eh? – Carlos, salió de su trance y se dio cuenta de que la que le hablaba era su hermana mayor, Marta - ¿Cómo te encuentras?
- No quiero hablar contigo, gorda.
- Vaya, ¡qué amable! Pedazo capullo, quizá yo pudiera ayudarte…
Justo en ese momento la puerta se abrió secamente. Su madre salió con cara de juez y tras despedirse del director enfiló el pasillo hacia donde ambos hermanos la estaban mirando.
- Ahora, vengo, Carlos.
Marta se levantó y se interpuso entre su hermano y su madre unos metros antes de que ella llegara donde él. Su madre tenía la cara de una luchadora de los barrios bajos, con veneno en los ojos. Mientras Marta le decía algo bastante largo al parecer, no quitaba ojo de lo que hacía su hijo menor. Carlos no podía mirarla… Ya llevaba doce azulejos contados del suelo. Fijo que nada más terminar un bofetón le calentaría la cara… En casa su padre tendría una “charla” con él no menos agradable… ¡Siempre le quedaba cascarsela por la noche para quitarse estrés!
De repente resonó una conversación, como de quien no quiere la cosa, por toda la sala. La secretaria estaba despotricando sobre lo malo que era Carlos, cómo se tenía merecidas todas las reprimendas verbales, por supuesto, que el padre Hilario, por su bien, le daba en clase para que de una vez dejara de portarse como un niñato maleducado. Pilar Serrano, profesora de música, su contertuliana, hacia aspavientos con miradas rencorosas a su madre. Carlos ya sabía que el circo había empezado y que tras el tiempo que estuviera expulsado tendría que volver a aguantar a todos los gilipoyas de su clase más las malas caras y castigos injustificados de otros profesores. Miró a su madre para tener controlada la distancia por si podía esquivar el primer sopapo, que como todo el mundo sabe suele ser el que más carga de energía lleva. Ese sopapo es el que te catapulta al dolor, los demás son como de propina. La expresión de su madre fue in crescendo en cuanto a rabia… toda la sangre parecía subírsele a la cara. Cuando Marta hubo acabado la retahíla, que seguramente fuera nada más que un intento para que su madre no montara un espectáculo y que esperara a hablar todos juntos en casa, Carlos se sorprendió al ver girar a su madre en otra dirección. Acometió unos pasos decididos y la segunda satisfacción del día para Carlos llegó de forma totalmente inesperada…
Tras el puñetazo bestial que su madre le propinó a la puta asquerosa de la secretaria se volvió hacia a él y se acercó rápidamente.
- Nos vamos a casa, Carlos… tenemos que hablar de esto con papá.
- De acuerdo – No sabía que decir, estaba totalmente estupefacto.
Antes de llegar al coche, Marta se acercó a su oido y le dijo:
- Me enteré de lo que te hizo ayer. Se lo he contado a mamá.
- Gra.. gracias.
- De nada, ¿para qué están los hermanos si no?
Después de todo la paja daría mayor gusto esa noche. ¡Que te jodan “Don” Hilario, que te jodan puta asquerosa!
5 comentarios:
jajjajajja
muy divertido, inesperado final, y fluido estilo k hace k te lo leas de un tirón....
mu bueno killo... cualkier parecido con la realidad será un milagro... pero es divertido
;)
dios no puedo dejahr de ver la hostia!!
k me partoooooOOOOO
ha sido mi inspiración... ahora a ver si me pongo con inventar un relato en torno al "callate perra", eh carlos???!!! XDDD
jajaja
que bueno el final!
mas de uno hubiese querido hacer algo similar, yo me tuve que conformar con decirle de todo a un profe en medio de clase jejeje
wen texto.
vaya hostia
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