Mi verdadero yo

No soy una persona triste, nunca lo he sido. Incluso tiendo a ser más payasa que pensativa la mayor parte de mi tiempo. Saco el lado positivo a todo, me incomodan los silencios y casi nunca me cabreo. Pongo voces, hago el bobo, ironizo y gesticulo. No hace mucho aprendí a escuchar y a callarme la boca cuando no tengo nada que decir. Regalo ánimo a las caras tristes y no guardo rencor por nada. Odio tener frío, me gustan los colores y me encantan los mimos. Soy extrovertida, charlatana y comprensiva. Suelo tener miedo pero no me quedo quieta. Necesito que mi gente este bien para estar tranquila. Río bastante más de lo que lloro y lucho bastante más de lo que digo.

No cuadro para nada en el perfil de lo que escribo.

Hace años la impotencia de no poder cambiar las cosas me llevó a desahogarme en lápiz y papel. Desde entonces me hice fan de las palabras tristes. Jugaba a poner nombre a sentimientos que no entendía. Me pasaba horas sumergida en mí misma buscando belleza escondida. Nunca he dejado de admirar las pequeñeces, todo eso que pasa desapercibido ante los ojos que llevan prisa.

Luego el tiempo fue cerrando y aceptando mis asuntos pero no dejé de escribir. De un mínimo lamento puede sacarse mucho jugo un día sensiblero de pañuelos fáciles. Hasta la persona más feliz necesita de días vulnerables. Mi cuaderno me libera, lo que se queda escrito ya no se queda dentro. Incluso se puede escribir sin sentir lo que se escribe. Sólo me sumerjo y me enredo, me rebusco y me exprimo, hasta que no me queda nada.

Ahora ya no es desahogo, se convirtió sin darme cuenta en necesidad. No me faltan las ganas y me sobran las sonrisas. Soy torpe y suelo tropezar constantemente pero no dudo un segundo en levanterme. Con la cabeza alta y un exceso de esperanza por todo lo que me rodea. Me fui por ciencias pero siempre he tenido alma de humanista. Inocente hasta la médula y dificil de cambiar, me desenvuelvo por una sociedad confusa y complicada, sabiendo que nunca encajaré del todo pero sintiéndome cada mañana, orugullosa de no hacerlo.