Acabo de ver una película mil veces vista. Cuenta conmigo es una de esas historias sobre amigos que emprenden un viaje y durante ese camino mochilero se encuentran a sí mismos, con sus aventuras, sus chistes y secretos. Qué idílico, ¿verdad? Ahora viene cuando el escritor se pone a pensar en su infancia y te cuenta una historia, que claro está tiene que enlazar con el hecho que desencadena el cuento, es decir, con Cuenta conmigo. En mi infancia no había tres amigos sino dos y mi hermano. Algo es algo, ¿no? Ya tenemos el primer lazo de unión con la película… Mi anatomía era la de cualquier chico normal, salvo unos 30 kilos de grasa adicionales, poca cosa. Ojo, pero no era uno de esos que le sacan una cabeza al resto de la clase con lo que ninguno es capaz de siquiera chistarle. Lo mío era ser igual de tapón que los demás, comparados con las féminas cuellilargas, ave muy común entre los 10 y 15 años. Seguramente el lector piense en lo típico de un gordo infantil traumatizado o en qué segundo nexo se puede establecer con Cuenta conmigo. Si se trata de lo primero, les diré que espero me disculpen pero he sido el tonto gordo que se imaginan y con respecto a lo segundo sólo les recomiendo dejar de leer y ver la película pues el protagonista de ésta les cuenta a sus amigos la historia de un gordo por el estilo a este relato. O pueden seguir leyendo y después verla, para mí mejor. El caso es que este ex gordito (ya di el estirón, aunque ahora la panza es cervecera) era repudiado en clase. Mocosote, boya andante, etc.… Ustedes saben.
En el barrio tenía dos amigos. Emilio y Juan Antonio, aunque no debo olvidarme a mi hermano, el tonto de mi hermano menor para ustedes. Lo normal era que jugáramos a meternos en la casa del vecino esperando a que sus dobermans corrieran tras nosotros, hacer saltos con rampas improvisadas de la basura con nuestras bicis BMX o hacer porterías con dos piedras para después llegar a casa con las rodillas solladas por las caídas sobre el albero. Niñatos de barrio y sus aventuras pensará el lector de nuevo pero se olvida, o tal vez me equivoque y le menosprecie, al matón de turno, otro nexo con Cuenta Conmigo. Este matón en los cuentos siempre debe tener un par de años más, hecho del que se aprovecha para pegar a todo imbécil inferior, a su modo de ver… aunque también ayuda que te saque dos cabezas. En fin, el caso es que en mi barrio este matón se llamaba Toni. En una ocasión volvía de jugar en una montañita cercana cuando se me ocurrió acortar por la calle donde vivía tal espécimen y dio la cruel casualidad que andaba por la calle tirando piedras a botellas vacías. Las ocurrencias de tales personajes siempre son proporcionales al daño que éstas puedan infligir y la siguiente piedra fue a parar a mi rueda delantera. Como puede pensar usted la ostia era para haberla mandado a videos de primera. El resultado fue una brecha en la cabeza, los brazos quemados por el albero y un agujero negro en mi ego. No sabría decirles a esa edad qué duele más. El problema es que un gordito suele ser muy inocentón y no se me ocurrió otra cosa que tronar a los cuatro vientos lo hijo de puta que era con la convicción de que la sangre brotando de mi cabeza bastaba para merecerme poder soltar tal improperio. Resulta que los matones no usan la misma lógica que un gordito dos años menor y para colmo mi bici fue confiscada por la autoridad de aquel barrio.
De vuelta, lleno de frustración, me di cuenta de que mi perra Iris, preciosa pastora belga blanca, aunque a los ojos más críticos no les guste un perro sin un 100% de pedigrí, no paraba de ladrar desde la terraza de mi casa, la cuál dominaba toda la zona. Si hubiera ido con ella a lo mejor otro gallo hubiera cantado. Al llegar a casa, tuve que contar a mis padres la historia pues es difícil ocultar heridas de guerra tales y en poco menos de una hora había recuperado la bici, cosa no muy de mi agrado. Se preguntará el motivo y lo único que le puedo responder es que debería hacer memoria de sus años mozos. Un matón siempre tiene un padre que le pega, aunque no sabría decirle con seguridad si es matón porque el padre le pega o si le pegan porque es matón. Si mi bici fue recuperada la consecuencia lógica era que el motivo habría sido una charla entre los padres respectivos. Seguro que al día siguiente Toni tendría doble ración de golpes en el moflete y doble razón de rabia. De haber estudiado en el mismo colegio supongo que la paliza hubiera sido para mí…
Aquella noche lo único que me consoló fue jugar con Iris a la pelota por el patio y hasta los lametones sobre los brazos quemados fueron un consuelo. Solo conmigo se mostraba tan cariñosa. Yo la habia elegido cuando era un cachorro y la habia amamantado con los mismos biberones de leche que yo habia tomado cuando era niño. Esa noche Iris rellenó mi ego con lametones y babas.
A partir de ese día bajé a todo pedalear con mi bici por el barrio desde el colegio a mi casa, de mi casa al colegio, siempre con los ojos atentos a cualquier señal de matones. Porque tal venganza debería ser consumada con escarnio público, es decir, ante todos los amigotes malutos, valientes ellos con dos años, dos cabezas y por lo menos en doble número que la víctima.
Pasó una semana y no hubo percances pero un gordito inocentón siempre se acaba confiándo por lo que volví a quedar con Juan Antonio, Emilio y el tonto de mi hermano menor. Volvimos a lo nuestro. Era verano y llegaba la temporada de cazar zapateros, algo así como libélulas gordas si el lector no conoce la fauna rural de un pueblo sevillano. Nuestra costumbre era acercarnos a los tallos sin flor donde tales voladores se posaban para esperar la caída del sol y sigilosamente, ahuecando la mano, ¡zas! Cazados. Teníamos solo una hora, entre las siete y las ocho y al bajar el sol hacíamos recuento para ver quien habría ganado aquella jornada. Lo normal es que ganara el tonto de mi hermano menor pues era el más ágil, quizá por tener dos años menos que yo, no lo sé. Luego, como no, los soltábamos, aunque alguno teníamos que sacrificarlo pues sus alas se rompían muchas veces al meterlos en la botella de plástico vacía que usábamos como cárcel para nuestras presas. Daños colaterales, ¡¿qué se le iba a hacer?! Pero no se preocupe, siempre buscabamos una mantis religiosa y le dejábamos comida. Desconozco si se los comió alguna vez.
Pero la inocencia se paga. Un día durante nuestro recuento Toni reapareció con su motejo de mierda, de esas asquerosas que le regalan siempre a los niñatos para chulear ante las cuellilargas. No tuve escapatoria, concentrado como estaba en el recuento. ¡Para una vez que iba ganando! Nada más llegar el sopapo que recibí me hizo caer un metro para atrás. Comencé a recibir patadas mientras llegaban tres niñatos más descojonados ante tal hazaña. Lo curioso es que los cagados de mis amigos no movieron un dedo. Simplemente se quedaron observando. Ninguno intentó ayudar, ni tan siquiera intentaron llamar a sus padres. Solo el tonto de mi hermano menor intentó hacerlo pero el séquito de malhechores no estaba muy por la labor. Así pasó cierto tiempo en el cuál no simplemente se conformó nuestro matón con pegarme sino que encima envalentonado dejaba que me levantara para intentar defenderme tras lo que la nueva ostia volvía a tirarme al suelo para entrar en un nuevo ciclo. Por un lado sentía el orgullo hundido pero por otro en lo único en que pensaba era en la indignación al ver cómo Juan Antonio y Emilio no hacían nada. Resultaba que el único que de verdad merecía la pena era el tonto de mi hermano menor. Cosas de ser familia, supongo.
De repente se escucharon unos ladridos que iban creciendo cada vez más. Y al sentir, o mejor dicho, dejar de sentir las patadas miré hacia arriba para ver la cara de miedo de mi agresor. Los ladridos se acercaban. Al mirar en la dirección de tal pánico pude ver a mi tigresa blanca, Iris, la diosa de las perras corriendo, haciendo del albero su particular sabana africana. Toni rápidamente, acojonado, se subió a la moto y arrancó torpemente pero mi Iris era mucha Iris y a los pocos metros le salió al paso. Como buena cazadora lanzó una dentellada al tobillo y nuestro matón voló por encima de la moto restregando su patética cara sobre todo el albero. Justicia poética.
En ese momento, mi abuelo salió de la nada y logró agarrar a Iris antes de que le arrancara la cabeza, o eso es lo que yo quería que hubiera hecho. Con una patada en el culo de mi abuelo, Toni se fue cojeando a su casa (se veía su auténtica Nike blanca de 1000 pesetas con un cada vez más preocupante, para él, rojo sangre), jodido, agarrándose un brazo y llorando como el niñato que era. Nunca volvería a tocarme en el futuro.
Al llegar yo a la mía, tras los mimos maternales y los de mi abuela, y una buena ducha, constaté que la correa de la azotea había sido partida. Iris fue mi única verdadera amiga de la infancia. El resto del verano lo pasé leyendo El señor de los anillos y otros libros por el estilo. No hubo más caza de zapateros ni aventuras con los dos cobardes de mis ya ex amigos. No resultó ser un Cuenta Conmigo literal pero Iris sí que fue para mí todo lo que esa película representaba. Y por cierto, el tonto de mi hermano menor pasó a llamarse José Manuel.
8 comentarios:
batallitas de la infancia.... ^^
ni idea de cual es la peli, pero la verdad es que me pica la curiosidad
y con los hermanos/as suele pasar eso, es lo que tiene la familia
que te tiras contra 2 o contra 100, te da igual xD
cuanta violencia...
¬¬
donde esté mi futuro-bate...
(jejeje)
un poco confuso a veces al mezclar el dialogo directo al lector con la narración...
A mí me ha encantado, parece muy largo a simple vista pero en cuanto empiezas a leer se hace cortísimo. El mundo de los amigos es desgraciadamente tan relativo, los perros incondicionalmente fieles y los hermanos/as... pesados y capullos como ellos solos pero qué haríamos sin ellos, y lo dice una que es hermana pequeña.
¡¡Por cierto, yo he cazado zapateros en el publo de mi tía!! Me han venido dos dulces veranos al leerte, gracias.
de nada, juliette... lo raro es que no haya saltado feni para crucificarme por cazar zapateros XDDD
hay un poco de ficción pero creo que era necesario para darle forma a la idea... lo que sí que es cierto es la historia de mi perra iris... hasta en tres ocasiones tiró a toni de la moto!!!
ladiya, madre mía, si esto te parece confuso deberías leer a kafka XDDD
k dices de la kaka??
;)
Kafka, pedazo de TROLL!!!
KAKA de Troll???
HUM...
eso tiene k oler fatal...
algo así como mis pedos después de horas campo a través gracias a una buena fabada fria!!!
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