De repente la falsa culpabilidad explota y la presión se esparce por toda la habitación. LLena de dudas enredadas en una apariencia de infranqueable fortaleza, caigo vencida ante la anhelada atención de un corazón que supo leer entre mis líneas. Meses ocupados en esconder sollozos ante tantos ojos orgullosos de una madurez ficticia. Desprotegida, frágil, vulnerable a cualquier sensible oído que no me juzgue. Diez minutos de sinceridad desprevenida. Se me escapan remordimientos ahogados e inhibidos, ateridos a tanta represión intransferible.
Peleo sin heridas pero me aterra que algún sentimiento me rasgue demasiado hondo. Es mentira, nunca supe contener a cal y canto mis secretos. Me consumen por dentro, me apagan el brillo con sus miedos. Mala costumbre retener tormentas que enmohecen el alma. Estalló por tí la contenida lagrimada de una niñata insegura y tonta que siente que el mundo le viene grande. Gracias, has conseguido que elimine de despojos y desechos, pensamientos que gritaban afónicos desde hace un tiempo.
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